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LO QUE SE SIGUE HABITANDO

"Mientras que una imagen impactante de algún desastre ambiental - un pájaro embadurnado de petróleo - puede funcionar para concienciar a un adulto, a un niño lo va a asustar. Como tantas otras "cosas de mayores" este tema tan complejo les genera rechazo. Y al final a todo lo "verde", porque se asocia a "problema". (Hueso, 2016)

La mentalidad catastofrista hacia el devenir del mundo ha generado lo que Louv (2015), denomina como ecofobia. En vez de acercarse al entorno, la alarma provoca que éste se evite  que habla de redirigir esta ecofobia hacia el sentido del asombro, reivindica el contacto con la naturaleza en edades tempranas. Y es que al faltarles la experiencia directa, ya que gran parte de la enseñanza sucede encerrando a la infancia alrededor de cuatro paredes, lxs niñxs empiezan a asociar la naturaleza con el miedo y el apocalipsis, no con la alegría y el asombro.

Y mientras esto sucede, muchxs niñxs siguen teniendo jornadas lectivas que se asemejan a la de lxs adultxs, pasan la mayor parte del tiempo sentadxs en sus pupitres,  y la descubierta de su entorno y de su movimiento en él es prácticamente nula. Por si fuera poco, el tiempo libre es escaso y el recreo de muchas escuelas en las ciudades contempla un paisaje sonoro ruidoso que se caracteriza por el sonido estridente del tráfico.

Si nos enfocamos en las instalaciones escolares, el interior de muchas escuelas aglomera, con ratios de alumnxs que no ayudan a reducir la intensidad del sonido que se percibe. El ruido queda atrapado entre cuatro paredes y unos espacios que no siempre se encuentran bien aislados y acondicionados, provocando que la reverberación, el ruido de fondo y la comprensión de los conocimientos se conviertan en problemas acústicos que llevan a jaquecas, estrés y ansiedad.

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Figura 2: La Máquina de la Escuela. Autor: Francesco Tonucci (1970)

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